“Wedding” o cómo enamorarse en tiempos de guerra

“Wedding” o cómo enamorarse en tiempos de guerra

Escribo por segundo año consecutivo sobre uno de los eventos de Emiratos de los que estoy más enamorada. Normalmente la pasión puede estar falta de objetividad, pero aseguro, que, en este caso, fuese objetiva, fuese pasional, el resultado sería el mismo: fantástica edición del Abu Dhabi Festival 2017, y, deseando ya que llegue el del 2018.

Abu Dhabi Festival tiene su origen en presentar diferentes formatos y manifestaciones culturales con el objetivo de compartir una experiencia que vaya más allá de un programa nacional y se convierta en un acercamiento de experiencias, producciones, conciertos y exposiciones bajo el lema de “Cultura y Tolerancia”.

Hasta aquí todo puede sonar muy típico y muy tópico, pero quien viva aquí, el reino de lo heterogéneo, el reino de las múltiples nacionalidades y razas, el reino del color de la piel, puede certificar que así es. Artistas de géneros tan dispares como Yo Yo Ma, Mariza, Tomatito o Wynton Marsalis, crean un mismo hilo conductor: el vínculo tan potente entre cultura y tolerancia.

Catorce ediciones ya, donde la fundación ADMAF (Abu Dhabi Arts and Music Foundation) organiza y presenta este evento en donde se tienen en cuenta cosas tan importantes como “todos nosotros nos preocupamos profundamente por nuestra cultura y origen. Después de todo, todos tenemos esa necesidad de raíces, de pertenecer. Creemos en esas raíces, pero vamos más allá… no sólo creemos en nuestro propio árbol sino en el bosque entero, diversidad y dinamismo como concepto de cultura”. Y de verdad, siendo objetiva en mi pasión, confirmo que no son sólo bonitas palabras escritas en casi todo programa, sino realidad vivida, sentida, aplaudida y eterna como recuerdo en la memoria. Siempre podré decir tuve la suerte de estar allí.

Por motivos de agenda, que exótico e importante queda ésto, no he podido asistir a todos los conciertos y exposiciones. Artistas como Mohamed Abdo, Juan Pérez Floristán, Tomatito, la orquesta nacional de China, Wynton Marsalis, Mariza y Yo Yo Ma y su Road Silk Ensemble han sido los principales atractivos de esta edición, como ya he dicho, completada con múltiples exposiciones y actividades a lo largo de todo el mes de marzo. Bajo la dirección de Su Excelencia Huda Ebrahim Alkhamis y el patronato del Ministerio de Cultura, una impecable organización y una asistencia de público que colgó el sold out en todas las representaciones, la edición de este año ha igualado y superado a la anterior donde Hugh Grant y su representación de El Principito, La Orquesta Nacional de París o el bailarín Carlos Acosta dejaron el listón donde pensábamos uyuyuyuyuy a ver cómo se puede superar y se ha superado. No por mejor, no se trata de evaluar o valorar quién es mejor artista y orquesta, sino por la continuidad y continuación del hilo argumental del festival y su calidad. Ya se ha creado su propio sello, decir ADMAF o Abu Dhabi Festival, significa que veas lo que veas, está garantizada la excelencia.

A mí, como gatita a la que el petardeo social le gusta mucho, tengo que decir que el auditorio del Emirates Palace me encanta. Sus dorados, su ornamentación, su fastuosidad. Aunque le falte el sabor del tiempo, no
le falta la majestuosidad de lo que representa. Acústica maravillosa. Bufé preparado en la terraza de fuentes, columnas y arcos de 1001 noches. Temperatura de primavera… ¿Qué más puedes pedir? Yo, en vez de pedir, doy las gracias, sobre todo después de haber sido protagonista de tres actuaciones mágicas: Wynton Marsalis, Mariza y Yo Yo Ma.

Como ya he dicho no pude ir a Tomatito, pero la crítica y la audiencia, ya me han contado que dolían las manos de tanto aplaudir. Mucho espectador español y mucha emoción de sentir las raíces tan lejos de casa. Es el sino del expatriado.

Wynton Marsalis no es un número uno en las listas de más escuchados pero sí lo es en el selecto ambiente del jazz, y, aunque confieso no soy una jazz addict sí soy una esponja que absorbe lo bueno de cada estilo, o un libro abierto lleno de páginas en blanco para que sean escritas por cualquier sinónimo de nuevo, magia, pasión y calidad. El virtuosismo del septeto de músicos y su invitado especial, el músico iraquí Naseer Shamma, crearon un ambiente tan feliz, tan alegre, tan merry, que aplaudimos, coreamos, movimos los pies y las manos (al no poder mover el resto del cuerpo) y repitieron y repitieron y repitieron hasta que no pudieron repetir más.

La reina del fado, Mariza, contraria a la esencia triste portuguesa de este estilo que deriva del latín “fatum”, destino, suerte, fatalidad… Nos dejó locos con un concierto de casi tres horas, donde consiguió que la audiencia, Sheikha incluida, cantase a coro en portugués. Su voz, no sólo te paralizaba y llenaba de escalofríos, sino que te hipnotizaba, te transportaba y te devolvía a la realidad cuando entre canción y canción, te contaba un montón de historias y anécdotas, como ella mismo confesaba, “es que hablo mucho”. Habla Mariza todo lo que quieras, mientras entre frase y frase continúes cantando, no pares de hablar, por favor. Fueron tantos los bises, que para terminar, dejaron todo micrófono o artilugio electrónico en el escenario, bajaron a pie de patio de butacas, y, como si en un patio del barrio de Alfama estuviese, entre sus casas desconchadas, cantando a pulmón abierto al enamorado que escucha desde la ventana, terminaron un concierto que no se podría haber terminado de otra manera. Bravo Mariza. Brava Mariza.

Y qué decir de Yo Yo Ma, embajador de la paz de las Naciones Unidas, músico internacionalmente reconocido, activo y dedicado a la conservación y creatividad de las raíces musicales nacidas a lo largo del camino de la ruta de la seda. De nuevo cultura y tolerancia originada en la ruta que permitió la migración e intercambio de personas y sus culturas a lo largo de siglos. No solo músicos, sino creadores de programas educativos para transmitir la paz, la ilusión y la tolerancia, desde universidades hasta campos de refugiados.

El concierto fue un ensamble de piezas con instrumentos de percusión, cuerda, viento y vocales muy complejo y ecléctico. Una abrumadora demostración de virtuosismo y una traslación a tradiciones, todavía no olvidadas, no reconocibles para la mayoría, y fuerte golpe de percusión para despertarte en ellas.

De aquí, el título de mi crónica. La última pieza interpretada por The Silk Road Ensemble y Yo Yo Ma: Wedding (Boda). La introducción por uno de los músicos de origen sirio no dejó a nadie indiferente. Es una pieza musical creada y dedicada para todas aquellas personas que se han enamorado y se han casado en estos últimos seis años en Siria. Podía ser Siria, podría ser cualquier parte del mundo desfavorecida o en guerra. Pero va de amor, del de verdad. Del derecho a enamorarse, un derecho que nadie te puede quitar. Del derecho a comprometerse con el corazón, a pesar de las balas, de la destrucción, de la tortura, de la tragedia, de repente, y entre medias de todo ello, un día, encuentras unos ojos, los miras, te enamoras, y entre ruinas, las familias se reúnen en la plaza del pueblo y lo celebran, con música y con alegría.

Quedémonos con esta última reflexión. Gracias ADMAF, hasta el año que viene.

A vosotros, os sigo observando.

@acatinthedesert

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