Las burbujas Freixenet o por qué el negro es el color más caliente

Las burbujas Freixenet o por qué el negro es el color más caliente

El origen del título de esta historia no es otro que el famoso anuncio de la compañía productora de Cava, Freixenet, que todos los años, por Navidad, lo protagonizan artistas, deportistas o personajes sociales reconocidos y de moda. Por este ciclo de anuncios navideños han pasado Paul Newman, Antonio Banderas, Shakira, Liza Minnelli, Gene Kelly, Raquel Welch, Plácido Domingo, Sharon Stone, Kim Bassinger, Nacho Duato, Penélope Cruz, Montserrat Caballé, Demi Moore, Pierce Brosnam… and on and on and on.

Todos lo protagonistas han estado siempre rodeados de las lindas damas doradas o “burbujas Freixenet”. Para quien no conozca estos anuncios, una especie de pin-up ladies en su apogeo de los 40, con un toque menos pícaro, y ellas, en dorado, siempre elegantes, gráciles, bonitas y casi etéreas.

Todo ésto viene a cuento para poner en contexto lo que me pasó la pasada semana cuando me tocó asistir a una entrega de premios y me envolví en un bonito pañuelo de lentejuelas dorado.

Desde los casi siete años que, siempre repito, llevo ya por aquí (Emiratos) cada vez que asisto a algún tipo de cena o evento trendy o “petardo”, como me gusta llamarlos ¡ojo! con mucho cariño, me doy cuenta de que el negro es by far el color protagonista en los outfit femeninos y masculinos, pero no por “brillante”, si no, porque “resuelve”, y eso, se nota.

Que el negro predomine no tiene nada que ver con que el evento esté lleno de mujeres locales con abayas. Además, si lo estuviese, sus abayas de noche suelen ser elegantes y excepcionales, con lo cual pasan a la categoría de brillante. Pero cuando se trata del expat, ellas con negro, porque sí… y ellos, también, pero de ellos mejor ni hablar.

Es verdad que el negro es el negro, elegante, siempre eterno, mágico, misterioso, como ya hemos dicho, brillante. Cuando usado así, chapó. Pero también es verdad que muchas veces el negro es utilizado como comodín, para parecer que se va “arreglado” o “más elegante”, o porque es de noche y “toca” o porque disimula… Cuando es así, se nota entonces que el negro no brilla, sólo, resuelve.

Al evento llegué sola, como casi siempre, y una vez allí, entre los tacones y estiramiento de cuello, siempre acabo viendo a alguien a quien saludar, o viceversa, paseando, despistada, siempre hay alguien que te ve y te saluda. Y esto segundo me pasó, que despistada en mi paseo, una voz de hombre en español, de una de las mesas por las que estaba pasando, se me fue acercando y me dijo, ¡hombre, mira… una burbujita Freixenet!

La verdad, no lo pudimos evitar, y las carcajadas por ambas partes fueron sonoras.

– Bueno, en verdad, no sé cómo tomarme este comentario, si como un piropo o te estás riendo de mí – que también podía pasar…

– Mira, mira- y no me lo decía a mí- que tenemos a una burbujita Freixenet…

Y del final de la mesa se levantó otra conocida señorita, de negro (elegante), y tan partida de risa como nosotros, afirmó ¡es verdad! Te has puesto de Freixenet.

No tenía escapatoria, quiero decir, era demasiado evidente, pura lentejuela dorada, se me veía mucho y no solo ellos, sino, todo español que me crucé, me llamó burbuja Freixenet. 

Por naturaleza me resisto al camuflaje, y una vez comprobado, porque había mucho cariño en las risas y comentarios, que el Freixenet era un piropo, me senté sola en una de las esquinas del fondo desde donde prácticamente veía todo lo que estaba pasando en el evento, y observé.

Este ejercicio al gatito le gusta mucho, salirse de la escena, desconectarse, dar al interruptor de apagado, y pasar a la observación, no con la intensidad de Thomas Mann, algo más ligero y con menos trance psicológico. Y lo que observaba era mucho y mucha vestido de negro alegremente saludándose, mirándose de arriba abajo, algunas con mucho veneno, sonrisas, conversaciones, la mayoría bastante cortas, la gente en seguida pasaba de un grupo a otro, y dejé de observar cuando a mi lado se sentó un matrimonio, que también iba de negro, y me puse el mode socializar en on.

La relación de las personas con su vestimenta es realmente peculiar. Cuanto más casual sea y más natural en su objetivo, mejor. El gato en el desierto solo cuenta cosas que de repente le han parecido interesantes por cómo lo ha vivido, pero no juzga las situaciones ni los por qué de ellas, que cada uno elija su color.

Mi abuelo, que está en el cielo, tenía una relación divertidísima con el negro. No lo podía ni ver, era alergia, lo asociaba totalmente con la muerte y lo más oscuro que se permitía él ir, y a mi abuela, era de azul marino que lo consideraba el colmo de la elegancia. Me acuerdo que en esa época vivía con nosotros Lucas, un fantástico teckel enano de pelo duro, y como casi todo teckel… muy oscuro y mucho pelo negro. Todavía le recuerdo cada vez que llegaba a casa haciendo siempre el mismo comentario, es que este perro, pero mira que este perro, es que este perro es un ¡¡¡LUTO!!!

Si consideramos que el negro es el color más caliente… ¿tendrá esto algo que ver con su frecuente uso nocturno? El negro es el mejor “absorbedor” de calor, y esto no me lo invento. Absorbe toda la luz del espectro visual, todas las ondas de luz y como resultado de ésto… es el más caliente.

Así que, reflexionando, esta noche que me toca otro evento “petardo”, voy a aparcar mi arco iris del armario para lanzarme de cabeza a la teoría científica y caliente del negro.

¿Estáis a mi alrededor?

Os estoy observando,

@acatinthedesert

A Cat in the Desert

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