La necesidad de creer o la múltiple realidad además de la tarde en el barco

La necesidad de creer o la múltiple realidad además de la tarde en el barco

Acabo de devorar una novela que un queridísimo amigo me trajo hace unos días. Viajando a China desde España, hacía un 24 hours stop en Dubái y comunicándonos a través de whatsapp le dije que por favor me trajese un par de novelas, edición de bolsillo, de las que se pueden doblar, subrayar, escribir, meter en cualquier bolso… Después de leer mucho tiempo en tablet, de vez en cuando, echo de menos el papel.

– Queridísimo tráeme please un par de novelas. Las compras en el mismo aeropuerto, que sea una edición de bolsillo, me da igual el autor. Tiene que ser en castellano, que leyendo en español me desconecto. Y que sea de espías o histórica. Algo entretenido que me ayude a despejarme, que Ramadán te deja muchas horas sin contenido por delante. No te preocupes por el autor, la intensidad, bla, bla, bla… busco algo sencillo para despejar mi cabeza (que últimamente no para). – Yo.

– Queridísima, ¿el espía tiene que ser español que son más cutres, todo moco y cañas, o internacional? El autor ¿extranjero, nacional o hispano hablante? El género histórico ¿vale también de ahora o tienes que remontarte a la edad media? – Él.

Ups… si pudiese poner ahora un emoticono, pondría un smiley con unos ojos muy abiertos y sorprendido y la línea de la boca totalmente recta mostrando sorpresa y alucinamiento ante la complejidad de la interpretación de cualquier mensaje.

Y es que eso nos pasa siempre, algo que comunicamos como evidentemente claro para nosotros, en el camino de la recepción pasa por múltiples transformaciones que pueden hasta convertirse en distorsiones de su significado inicial.

La confusión iba en aumento.

– No te compliques queridísimo, cualquier libro entretenido que veas en el mismo aeropuerto. Autor lo prefiero no español ni latino, aunque el idioma lo quiera traducido, pero no es por el autor, sino porque estoy todo el día en inglés y me apetece sólo leer en castellano. No tengo especial preferencia, solamente temática de espías que sabes que me gustan las conspiraciones y también histórica que me divierte la recreación del contexto… no tengo preferencia por ninguna época, histórica puede ser cualquier cosa que vaya del siglo XX a los años que tú quieras antes de Cristo… – Yo.

– Clarísimo queridísima, tranquila te llevaré tu par de novelas. – Él.

El queridísimo, queridísima, es un formalismo cómico que mantenemos entre nosotros por respeto a su origen inglés y por inmenso cariño entre nosotros, pero entiéndase como un toque irónico a su esnobismo británico y no como un giro de pareja desgastada que se regala libros en vez de joyas (que soy lady de diamantes) en su reencuentro.

Clarísimo. Esas fueron sus palabras. ¿Qué queda de claro en toda conversación que tenemos cuando siempre es interpretable conforme al contexto, deseo, ganas de entender, de nuestro interlocutor?

Hace dos noches cenaba con otro queridísimo amigo (qué suerte tengo de tanto amor, y lo digo de verdad), en uno de los restaurantes mas posh de Abu Dabi, y de postre se me antojó un simple helado de fresa. Cuando pregunté por mi sencillo strawberry icecream, me soltaron una retahíla de opciones sofisticadas de todo tipo de sabores, pasando del coconut al mango, del cocktail al sorbete, del mezclado pero no agitado… Amable como ella misma, la camarera, la miré con dulzura y sarcasmo y le dije, great!!! Pero me puede explicar, por favor, ¿qué tiene que ver todo eso con mi simple helado de fresa?

¿Qué no había quedado claro? o ¿era la técnica del todo vale total de vender cuando hace años ya se ha demostrado que es la peor técnica de ventas? ¡Ah! ¡No! El gatito a veces no se da cuenta y el exclusive restaurant en el súper exclusive Emirates Palace era un chino de lujo y ¿quién me ha dicho a mí que en china la bola de helado de fresa es tal y como yo la entiendo? No importa realmente mucho la esencia del helado de fresa o su impacto en la cultura china y sí, más, la emisión-recepción-interpretación de un mensaje que venía a cuento por el “clarísimo” que mi “queridísimo” me había tajantemente dicho antes de embarcar en su avión comprándome novelas en el aeropuerto.

Pasamos un día precioso. A pesar del calor hicimos el tacky tour típico con su socio que era la primera vez que pisaba Dubái. Nos subimos en el carrito que te enseña la siempre fascinante estructura del Burj Al Arab, vimos atardecer en la palmera, acabamos de Iftar-Suhoor (porque estábamos en Ramadán) en la zona de la Marina y, de vuelta al aeropuerto, paseo rápido en el mismo coche por el infinito burguer Khalifa como a mi amigo le gusta llamar al espectáculo de torre que se pierde en el cielo.

Me despedí de ellos, siempre con pena, siempre algo se muere en el alma cuando un amigo se va y sonriente y feliz me volví a casa con mis dos novelas que todavía no me había dado tiempo a hojear.

Tenía libros para las horas muertas de Ramadán, que aunque aquí todo el mundo te diga siempre que está liadísimo, me creo la mitad. En Ramadán, se está menos liado que nunca. Y como además coincida con los meses de calor, en el desierto se te quedan muchas horas de consumo de ocio en casa. No puedes pasear, no vale el día en la playa por exceso de calor. No puedes quedar para tomar algo porque hasta las 7.30 de la tarde todo el día en ayuno y mayoría de sitios o cerrados o cubiertos para que no te vean y no te sientes cómodo. Te queda sólo esperar a la noche que en cuanto sube la luna, me planto un precioso vestido árabe, me pinto bien los ojos y los labios, y me encanta, como felina de hábitos nocturnos, salir a disfrutar de las luces y la alegría de las cenas y recenas (Iftar y Suhoor) hasta las tantas de la mañana.

El horario laboral se reduce a 6 horas. De esas seis, realmente operativas cualquiera que sea antes de las 12 del mediodía, a partir de esta hora, mejor no tener reuniones de equipo o con clientes en las que haya que tomar decisiones importantes. De esas seis horas en las que se supone se trabaja con el “sacrificio” del ayuno, mejor tener empatía y decir que sí, por no explicar que es casi literalmente imposible que después de toda la energía que han acumulado con la cantidad de alimentos que se han ingerido desde las 7.30 de la tarde hasta las 4 de la mañana, que es casi literalmente imposible que pueda tener realmente hambre o sed y sí un trastorno alimentario importante.

Pero como digo, soy gato de orejas grandes (si no, vea la ficha técnica del gato en el desierto, por ej en Wikipedia), de hábitos preferentemente crepusculares y siempre around you observando, lo que quiere decir que respeto, observo, asimilo, ordeno interiormente y no juzgo.

Para los musulmanes es realmente clave este mes espiritual de limpieza interior, de reunión con los seres queridos, de amor y compartir con los menos favorecidos, es un mes de iluminación, celebración familiar, festividad alrededor de la mesa cuando sale la luna, y de mucha gastronomía, aunque la palabra ayuno signifique la ausencia de ella. Como un divertido personaje me comentó recién llegada hace ya casi siete años, Ramadán, Ramadán… Ramadán es como una cena de Navidad pero durante 30 días seguidos. De alguna manera, frivolizando un poco con mucho cariño, hay algo de cierto en ello. Así que mucho respeto, empatía, sonrisa, amor y celebración.

Afterwork te queda normalmente atrincherarte en casa hasta que sea de noche, porque en estos meses de calor y humedad, mientras el sol nos acompaña, con él también lo hacen el sudor, las gafas de sol empañadas y el deseo de tomarte algo fresquito que sólo puedes hacer a escondidas.

Atrincherada en casa puedes hacer tus cositas, que como en mi caso no implica ninguna responsabilidad familiar, niños en cole, maridos yendo-viniendo… tus cositas terminan en una mini siesta, algo de deporte en gimnasio lleno de AC (Air Conditioning), consumo de televisión que suele convertirse en consumo de Netflix, consumo de lectura, consumo de ordenador o consumo de Facebook, instagram, snapchat, twitter o WhatsApp casi inyectado por las venas. Por eso este Ramadán mi determinación de lectura en papel más que de interacción con mi teléfono móvil. Y llega la noche, y entonces la luna, cada vez más creciente, y con ello, la vida y la alegría.

Antes de esta ligera descripción de un día de Ramadán, me preocupaba la evolución de los mensajes desde que se emiten por nuestra parte hasta que llegan a su receptor y su brutal transformación cuando se comparten o trasmiten a múltiples receptores. En la universidad hicimos un ejercicio muy divertido que se llamaba “el teléfono escacharrado”. Se elegía a 10 estudiantes y se les sacaba fuera de clase. El profesor nos contaba una historia (yo fui de los que me quedé dentro) con unos hechos objetivos y entraba el primer estudiante de los de fuera y se la contaba. Éste salía y tenia que contársela a uno de ellos que tenia que entrar en la clase y compartirla con nosotros. Así, uno a uno, y la historia del alumno 10 de los que estaban fuera tenía muy poco que ver con la que el profesor nos contó inicialmente. Estaba adornada con una serie de personajes, hechos, lugares y anécdotas que nunca aparecieron en el espartano relato inicial.

Sí, la evolución de los hechos, las historias y cualquier comunicación, suelen ser así. Solamente real para nosotros en sus hechos y en su manera de sentirla, pero totalmente interpretable para cualquiera desde el segundo que la lanzamos al universo de la comunicación.

– No para de mirarme. Me he puesto un bikini adecuado, ni de monja, ni excesivo, pero sé que me queda estupendo. Me encanta cómo me sonríe. Es un tontorrón y no para de hacer tonterías para que me ría. Me ha invitado a pasear en su barco mientras atardece y no se me ocurre ningún plan más romántico. Ha traído la nevera llena de cosas fresquitas y ha estado preparando el aperitivo antes de venirnos al barco. Me encanta. Evidentemente quiere lío conmigo, pero tengo la sensación de que le gusto de verdad, si no ¿para qué tanto protocolo? Hubiese intentado ir más directo al grano, pero no, estamos en su barquito, alejados de todo entre los manglares y pequeñas islas, se esfuerza por darme conversación entretenida y hacerme sentir bien. Hemos fondeado un rato largo y me ha invitado a bañarme. Se me ha acercado mucho y era el momento perfecto para empezar “lo nuestro” pero he puesto un poco de distancia, la justa. Ha reaccionado fenomenal respetándome totalmente. Es casi el hombre perfecto. Me encanta. – Conversación interior de ella.

– Está buenísima. No puedo dejar de mirarle con ese bikini que le deja todo el canalillo bien marcado. A ver, a empezar a hacer gracias para tenerla contenta y animada. Desde luego, la mejor inversión desde que vivo aquí ha sido este barco de segunda mano (o cuarta). No falla, a todas les vuelve locas el plan. Les traes al barquito, les dices tres tonterías, cerveza fresquita y comida rápida de Carrefour y vamos, lo que me ahorro en una cena de verdad. El mismo protocolo de siempre para que no se piensen que sólo quiero lo que quiero. Me muero del calor. A ver si el bañito nos anima y de paso puedo pillar algo, que en el agua se suelen soltar. Y si no, no pasa nada, no falla, después de la puesta de sol entre las islas, cuando dejamos el barquito y las invito a casa, he he, no falla. – Conversación interior de él.

Esto era el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar, pero dos personas… por no decir cómo acabará la historia cuando cada uno de ellos la comparta con sus amigos a su manera.Love Sex

– Me invitó, súper mono!!! El barquito una chulada, nos estuvimos bañando al atardecer y luego… sí claro que luego pasó algo, cómo no va a pasar si se portó fenomenal… – Ella.

– La tía estaba buenísima, un poco petarda, pero bien. La verdad es que esto del barco no falla, si quieres este fin de semana llama a un par de amigas y salimos todos con la musiquita… – Él.

Lo mismo que pasó con mi queridísimo y conmigo. Que le había quedado clarísimo lo de mis dos novelas, edición de bolsillo, de espías o histórica, autor extranjero pero traducido al castellano… y ninguna era de espías y sí de asesinatos y casos por resolver (que no es lo mismo!), el mayor antecedente histórico se remontaba a un verano de 1983… y bueno sí, las ediciones eran de bolsillo, en español y de autor extranjero.

Aun así las estoy devorando (una de ellas ya totalmente), a mi queridísimo le quiero todavía más, por el detalle, y la realidad que cada uno quiera ver, que asuma que corresponde a su sola y exclusiva interpretación.

@acatinthedesert

A Cat in the Desert

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