La igualdad no está en el culo

La igualdad no está en el culo

Tengo que escribir sobre la igualdad, precisamente hoy que leo que un ayuntamiento prohíbe un concurso de culos de mujer por considerarlo un espectáculo “machista”. Curiosamente, también, escribo sobre la igualdad cuando estoy rodeada de diversidad, viviendo en el país donde conviven más religiones y razas en paz, Emiratos Árabes Unidos.

Sobre lo primero, y a ver cómo sienta lo que voy a decir, pues eso, yo lo englobaría en el capítulo de soberana tontería más que en el del desarrollo de la igualdad. Si salgo con un grupo de amigas y vamos a un sitio donde de repente hay un espectáculo de “boys” y nos enseñan sus nalgas musculosas, seguro que nos reímos, bailamos y hasta animamos sin ninguna pretensión desigualitaria y nadie nos calificaría de promover un espectáculo “feminista”. Si lo hacen los hombres se les acusa de “machistas”. Obviar lo obvio es ridículo ¿Quién no se ha enterado todavía que los hombres vienen de marte y las mujeres de venus?

Que unas lindas señoritas nos enseñen su lindo trasero y que unos caballeros lo aplaudan pues para mí entra en la categoría del entretenimiento que cada uno quiera elegir. La igualdad no avanza prohibiendo ésto. Puestos así ¿habría que prohibir el espectacular desfile de Victoria’s Secret? Por favor ¡no!

Si pudiese prohibir algo prohibiría que una señorita o un caballero tengan que enseñar su culo en un bar cutre porque no han tenido la oportunidad de desarrollarse de otra manera. La igualdad empieza por respetar las diferencias y los derechos humanos, no por prohibir. La igualdad empieza por educar, verbo tan importante, educar en un modelo de principios reconocidos en la declaración universal de los derechos humanos y no en los modelos propagandistas de la religión o la política.

El tema es tan amplio que asusta escribir sobre ello con el límite de mil palabras que tengo. A mí asustarme, no me asusta, ni que haya damas que muestren sus traseros, ni que haya caballeros que les guste. Asustarme sí me asusta, ups… a ver cómo lo digo para que nadie me diga que soy populista. No soy madre, pero sí soy tía, y por el sólo hecho de ser, también soy hija. Mis padres y mi sobrino son el centro de mi vida. Mi sobrino Beltrán, que con sus siete años me da unas lecciones de lógica aplastante a lo El Principito, de inocencia y de inteligencia intuitiva, me crea un sentimiento de protección, de extensión de mi ser, y de querer que todo sea mejor para que él pueda crecer tranquilo. Como decía, sin querer sonar fácil, asustarme sí me asusta pensar en lo feliz que es Beltrán, la suerte que tiene de tener besos todos los días, muchos amigos del colegio, de la casa de verano, de la casa de invierno, la posibilidad que tiene de aprender a leer, a escribir, a sumar, a restar, a amar y otros niños, sin embargo, sólo pueden aprender a desarrollar al máximo el instinto de supervivencia porque a lo mejor no tienen ni agua para ducharse, para beber, para ser felices salpicando a los de al lado… Esto, asustarme, sí que me asusta.

Empezar hablando de culos de señoras y continuar haciéndolo de la esencia de la felicidad de los niños, sólo tiene sentido, sabiendo poner cada cosa en su sitio para avanzar en la lucha (qué palabra tan fea) por la igualdad. Continúo.

Sobre lo segundo, como decía al principio, escribo sobre la igualdad rodeada de diversidad. Vivo felizmente, que no fácilmente, en Dubái. Ahora mismo estoy rodeada de árabes locales, africanos (sin poder especificar más), árabes de la región de levante, veo también ingleses, un grupo de franceses, y veo a muchos más que no tengo la capacidad de adivinar su procedencia por la mezcla de rasgos en cada uno.

Ver, no veo, aunque sé que están, el grupo de paquistaníes, nepalíes… que viven de la manera que a ninguno de nosotros nos gustaría. Pero viven bajo un techo, tienen agua para lavarse y no les falta la comida ningún día, a pesar de las condiciones que sé, yo no querría para ninguna de las personas que conozco (independientemente de cómo me caigan). Al menos no son homeless y eso, que sí que lo veo en el país del que procedo, y en el que no vivo, sí que es terrible.

Como individuo de vida bastante corriente, como gato en el desierto que le gusta contar historias y estar siempre around, como espíritu libre que necesita sentir, tengo una responsabilidad vital, y es la de respetar la igualdad de toda la desigualdad que me rodea. Mi obligación es la de decirle ¡hola buenos días! al taxista paquistaní de turno, y si es con una sonrisa, mejor. Dar las gracias a la camarera filipina que me ha atendido. Llegar a casa y dar un beso a quien esté, como le daría un beso a mis padres, a mi hermana o a mi sobrino. Apreciar que puedo abrir un grifo y ducharme, que me subo a un coche y puedo recorrer kilómetros, que bailo porque tengo piernas, que hablo porque tengo voz, que tecleo mi ordenador porque tengo manos… and on and on and on.

A mí “no me importa”, dicho entre comillas, que un ayuntamiento prohíba un concurso de culos del género que sea, sí me importa que yo no me preocupe de que lo que me rodea sí que está en mis manos.

Ya llevo casi mil palabras y tengo que terminar.

Os sigo observando.

@acatinthedesert

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