El no significado de las palabras

El no significado de las palabras

Somos lo que contamos. No literalmente, porque se miente mucho, pero eso es lo que nos define, la transparencia de nuestro discurso o la oscuridad de su contenido, la conexión con lo contado-sentido, la relación entre lo contado y lo omitido, lo contado y el momento… lo nunca contado también nos define.

Pero es esa manera en la queramos estructurar nuestra cadena de palabras en un determinado contexto lo que nos abre o cierra a unos u otros.

A las palabras, que existen incluso aunque no suenen, les acompaña el lenguaje corporal y emocional. Ese que nos ayuda a sentir la historia, a creérnosla o no, a vivirla más, a aburrirnos y perder todo interés, a engancharnos y querer una segunda parte, y, si a todo ésto le acompaña una mirada, en mi caso, la experiencia del discurso se completa y personaliza.

Las palabras están escritas, están en el aire, pero estar, estar, están dentro de nosotros y dependiendo de lo que queramos comunicar, las elegimos y las soltamos con el adorno o no que creamos más conveniente.

Puede que esta reflexión me venga ahora que me encuentro en un momento de entrevistas profesionales y descubro cómo contando el mismo fondo, una realidad y experiencia profesional, las tramas son totalmente diferentes. Cómo una misma existencia se transforma en diferentes capítulos y cómo un mismo hecho objetivo, en este caso una formación y un desarrollo profesional, acaba siendo múltiple en contexto y matices.

A mí al final, hablar tanto de mí me aburre. Me gusta más escuchar e imaginar escenarios de las personas que voy conociendo y así escribir sobre ellas. Me apasiona contar historias bajo la apariencia de gata que observa y escribe. A lo mejor por eso, las entrevistas son tan complejas para mí, porque acabo entrevistando a mi entrevistador, no por, ni con arrogancia, sino con la curiosidad de poder entenderle para poder ofrecerle la historia en el formato que necesita. Si en contexto profesional, con parámetros profesionales, si en contexto circunstancial, con la curiosidad de lo desconocido, si en contexto de la cercanía con la perspectiva de la evolución de la admiración a lo conocido.

Son nuestras historias y relatos las que nos hacen generar empatía con los demás. Establecemos a través de ellas la conexión emocional y analítica que alimenta nuestra actividad cerebral. Y sin exagerar, si no, plantéate ¿Cómo te sientes cada vez que no puedes compartir lo que vives? Es en ese momento, cuando desarrollas ese sentimiento de nostalgia, cuando echas de menos… un amigo, una pareja, un familiar…

Mi amiga Siria (ya sabéis que el gato no da nombres) debía estar echando de menos a alguien con quien compartir su fantástico viaje a Rusia cuando me llamó insistentemente avisándome de que ya estaba de vuelta así que cena “de chicas” inmediatamente. El gatito la adora, y nunca puedo resistirme a sus historias porque acabo llorando de la risa.

Si quisiera definirla, me costaría, porque nunca he visto un espíritu tan maravillosamente libre y ávido de nuevas experiencias, envuelto en su siempre respeto a sus tradiciones musulmanas que cubre su pelo sin que se le escape ni lo más mínimo, para adivinar, aunque sea, de qué color lo tiene. El gatito se quedó enamorada de la explosiva dicotomía de su físico. A su hermética cobertura de su pelo le acompañaba la más fashion, trendyy colorista (todo a la vez) de las vestimentas. Me costaba entender cada parte por separado porque era realmente súper too much y, sin embargo, en su conjunto, todo funcionaba. Gafas de sol con forma de corazón, vestido de gasa con capa en los mismos tonos que el color de su velo. Bolso pequeño de Prada en otro color que no tenía nada que ver con ninguno de los que ya llevaba. Zapatos de mucho tacón. El mucho tacón terminaba en una mariposa abriendo las alas de todavía muchos más colores que te llevaba a obligatoriamente fijarte en las medias de redecilla negras con las que solamente intuíamos sus tobillos. Los gatos tenemos una capacidad visual muy aguda, pero mi agudeza, no conseguía centrarse en nada porque todo era un espectáculo de imaginación, que te introducía, definitivamente, a alguien diferente o a alguien ávido por diferenciarse. Todo ésto, como ya he dicho, sin enseñar, ni por asomo, ni descuido, ni un rastro de su cabello.

La siguiente vez que coincidí con ella, el look, era bastante primo-hermano del anterior, pero a su velo tapando su pelo, le acompañaba un ultra fashion mini sombrero con redecilla cubriendo la mitad de su cara de lo más sensual con sus labios pintados de un color profundo y, de nuevo, acompañada por una orgía de colores y adornos que me cuesta explicar.

Si sus formas eran así de extravagantes y opuestas, sus maneras eran exactamente igual. De nuevo, una bonita bomba de oposiciones, una dulcemente irritante y estruendosa presencia, siempre te enteras cuándo llega, cuándo está y cuándo se va, con ese difícil todo a la vez conseguir crisparte por su exceso de presencia y luego cuando no está, echarla infinitamente de menos, sin que ya nada sea igual. Todo ésto para disfrazar un fondo apasionantemente dulce, entregado y rotundamente leal.

La tercera vez que la vi, fue cuando definitivamente hice click. La playa, el mar, nos unió, pero no por romanticismo, sino, porque su hilarante y fantástico estilo, junto a su personalidad, me descubrieron un cocktail que ya no he podido dejar de beber. Soy su fan. Este día, el de la playa, no sé si fueron de nuevo sus gafas de sol de forma de corazón, su mega pamelón extravagante, más apropiada para Ascot que para donde estábamos, que podía ser lo más opuesto a Ascot, su traje de baño de lycra cubriendo todo el cuerpo, desde tobillos a muñecas y si me descuidas cuello, y, lo mejor, cuando ya pensaba que vería su pelo al quitarse la pamela… cuando se la quitó, en ese momento entendí por qué era tan grande, se descubrió el estrafalario gorro de baño lleno de floripondios y patitos colgando del mismo que sólo ella podría llevar con tanta confianza, orgullo, estilo y olé por que se merecía un fuerte y ruidoso olé.

Evidentemente todos nos enteramos de que llegaba, sus risas se iban acercando hasta que al final te dabas la vuelta para poder entender por qué nunca paraban, y ya imposible poder dejar de mirarla intentando estudiar al detalle el conjunto de tan dispar composición.

Así, sin proponérnoslo y dejándonos llevar por las veces que el destino nos ponía juntas en el camino, acabamos siendo amigas, y, además, de las de verdad.

Volviendo a unos párrafos más arriba, mi amiga acababa de llegar de Rusia, y lo que empezó en el campo base para llegar a la cima del pico Elbrús, ¡¡¡nunca me deja de sorprender!!! Acabó en un hotel de San Petersburgo viendo a Messi, sí, el futbolista, y compañía. Como ella, las acciones independientemente sin ninguna conexión, pero el conjunto total de la historia, que sólo yo sé, sí.

Llamada inmediata:

–      Gatita, gatita, ya he vuelto y necesito hablar y contarte todo… – Ella.

–      Sí, please, porque todavía no entiendo qué narices hacías en Elbrus y ahora eres mi heroína.

–      Hahahahahahahah… – su peculiar tono de risa – Mon Die… – sus peculiares expresiones en lo mejor del inglés, del árabe, del francés y del italiano – Claro, esta noche cenamos y te cuento.

–      Ok, pero me han puesto una reunión de ultima hora mañana pronto y no puedo quedarme hasta muy tarde así que mejor quedar pronto.

–      Mmmmmmmm… Qué pena porque tengo ganas de bailar, de hacer algo, de gritar, tengo ganas de desnudarme… – En su tono más dramático de actriz clásica de Hollywood, de las divas en blanco y negro.

–      Lo de bailar lo dejamos para el fin de semana, gritar y hablar, lo podemos solucionar hoy, pero lo del desnudo… (vivimos en un país musulmán) pues como no nos vayamos de viaje, por ejemplo, a una isla griega… Hay muchas playas naturistas – Yo, el gatito.

–      Hahahahahahaha, hahahahahahahahahhahaha, hahahahahahahahaha, amore, mon die, hahahahahahahahahahahaha – Ruidosamente ella – Desnudarme para mí es ponerme un vestido corto y poder enseñar el pelo, a eso me refería.

Muda y con cara de póquer le contesté:

–      Ups… evidentemente… yo pensaba en desnuda, desnuda, vamos lo que hasta ahora yo entendía que era desnudarse… Claro que ahora viéndolo desde tu punto de vista… es un claro streap-tease.

–      Ay gatita, qué divertida eres, Mon Die– y me dio la dirección del restaurante al que podíamos ir para que ella pudiese estar “desnuda”.

Y fue esa misma noche cuando al fin supe el color de su pelo, no sin antes su siempre divertido show.

–      Gatita, avísame cuando llegues, que estoy en el parking, y te espero en el segundo pasillo del primer piso.

Así hice y cuando llegué a nuestro punto de encuentro, descubrí al fondo una caperucita roja, literal, pero en verde. Al verme ella a lo lejos empezó directamente con su risa, y al acercarme más, se quitó la caperuza, y descubrió lo que no voy a contar, y se abrió la capa, llevando un sensual vestido sin mangas y por encima de la rodilla con un taconazo de los suyos, y también de los míos, y al hacerlo, el tono de su risa subió como dos o tres decibelios por encima de lo normal.

Lo que era un encuentro tan normal de amigas, parecía una aventura de buena película de cine negro. Y es que así me gusta la vida, con pasión, con ingenio, con ganas, con chispa que adorne y acompañe el significado de las palabras.

Os sigo observando,

y disfrutando con ello,

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